La banda de rock de Avellaneda congregó a miles de fans de todas las edades.
Mientras caía el atardecer entre las verdosas sierras de Juana Koslay, en el anfiteatro “Ave Fénix” se congregaban miles de personas para la presentación de “La Beriso”, la banda de rock que consiguió en pocos años establecerse y convertirse en una de las más grandes del país. Tan rápido fue su ascenso, que se temió por una caída al mismo ritmo.
Al mirar de lejos a las personas que hicieron fila durante la tarde del domingo en las afueras del estadio, era posible pensar que dentro del complejo tocaría algún cantante que saca suspiros a las amas de casa o acompañan a los remiseros en cada viaje. Pero no. Al escenario subió un grupo que alguna vez llenó bares de rock oscuros no aptos para quisquillosos, que de eso pasó a llenar estadios en todo el país y hoy logra sacar suspiros a madres y abuelas que se niegan a escuchar a Luis Miguel.
Los menores de diez años acompañados por sus familiares también fueron una estirpe repetida en el recital pero no consiguieron prestar la misma atención que los demás. Por ejemplo, en el mismo espacio donde tiempo atrás la banda congregaba seguidores adolescentes eufóricos por el pogo de sus temas más candentes, los niños aprovecharon el espacio casi vacío para corretear y jugar musicalizados por canciones que hablan de la depresión, la violencia de género, el desamor o la muerte.
La puntualidad de Rolando “Rolo” Sartorio, el líder piropeado por mujeres treintañeras, fue arriesgada, aunque conocida. Una de las cosas que hay que valorar de la banda es el respeto hacia el público en cuestiones como esa: comenzar a horario, preocuparse por la seguridad.
Aunque en la entrada la hora fijada decía a las 21, el grupo de Avellaneda salió a escena a las 20:50. El lugar tenía algunas gradas vacías pero la convocatoria fue aceptable, sobre todo si se tiene en cuenta que los organizadores se habían alertado a mitad de semana por la poca venta de las entradas anticipadas. Solo algunos descolocados llegaron después de media hora.
La gira que trajo a San Luis a la banda le hace honor a sus veinte años de trayectoria y los mismos músicos dieron a entender al inicio que durante las dos horas del recital el repertorio interpretaría los clásicos más significativos, los temas más nuevos y algunas sorpresas inéditas. Así fue: un recorrido por todas las etapas.
La provincia fue testigo visual y auditivo del crecimiento de la banda y de todos los pasos que dio desde el inicio hasta la masividad. Posiblemente, alguno de los espectadores del domingo haya visto a la banda en su primera vez en San Luis, cuando tocaron el desaparecido “Panacea” o en otras de las muchas presentaciones del grupo, sea en la capital o en Villa Mercedes.
El grupo comenzó su show puntano con tres canciones de su último disco “Pecado capital”, festejado por todos gracias a la expectativa lógica que dan los inicios. A partir del cuarto tema, la gente descubrió las canciones más antiguas de la banda, para muchos desconocidas porque no son las que se pasan con insistencia en la radio.
A Sartorio de a momentos se lo notó simpático. Habló sobre la historia de algunas canciones como por ejemplo “Tres mujeres y ella”, una fatídica descripción de un hecho de violencia de género, o “Cómo olvidarme”, el tema que le dedicó a sus hermanas luego de que fallecieran.
Mientras sonaban estos temas, entre tantos que describen momentos culmines de la vida del cantante, acostumbrado a mostrarse en carne viva durante sus canciones, la gente de “La Beriso” demostró que no le importa si la letra retrata violencia y dolor, muerte y arrepentimiento: lo importante era corear a viva voz, sin diferencias las frases que describían hechos horribles y hundidos en depresión de aquellas que podían ser un poco más alegres.
En la continuidad de la noche, el líder de la banda se mostró enojado con su público por la poca participación en los temas de los primeros discos.
Las dos horas exactas que duró el recital tuvieron a un cartel de una quinceañera que reclamaba por su saludo de su ídolo en lo alto. El pedido fue ignorado por el cantante.
La cuestión horaria se sintió otra vez al final del show, cuando a las 23 en punto los últimos acordes de “Traicionero” sonaron en el anfiteatro. Luego de que los músicos arrojaran púas, listas y baquetas, salieron todos a saludar a los fanáticos que pedían otra canción sin respuesta.
El único que faltó en la reverencia final fue Rolo, que dejó su guitarra y a su público a la espera de un regreso pronto con un poco más de sentimientos.
Fuente: El Diario de la República
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